EMPIEZA LA VENGANZA DEL DINERO
En 2018 y principios de 2019, la Política Fiscal norteamericana (Trump), en contra de la Política Monetaria (Powell), ha sido expansivista. Nunca debió haberlo sido.
Maldita la gracia que le hace a todo banco central que sus esfuerzos contra las Burbujas y Reburbujas, y por amunicionarse cara a las Recesiones y Rerrecesiones, sean contrarrestados idiotamente por fiscos pródigos que, en su contra, pensando solo en la coyuntura, ejecutan las peores políticas fiscales expansivas procíclicas posibles, las que se hacen a costa de la recaudación tributaria progresiva, esperando cándidamente a que, luego, los beneficiarios practiquen la autosupresión y, en contra del devenir estructural, emprendan inversiones productivas.
El enfrentamiento entre las autoridades monetarias y fiscales en EEUU no es tongo. Es de verdad. Ya veníamos diciéndolo en estas páginas. Nosotros tuvimos clara desde el principio la inutilidad del resentimiento popularcapitalista. La suerte estaba echada desde mediados de los 2000. El sistema capitalista no quiere el modelo popularcapitalista; y punto. Las vivienditas básicas no valen nada. Contratar un trabajador es echarte su casero a tu espalda. La sobrevaloración inmobiliaria es anticapitalista. No hay inflación ni va a haberla. Las deudas se pagan. Ya pueden revolverse todo lo que quieran cual niña de El Exorcista, echarse al monte, boicotear, engañar al electorado con brexits y processos, poner al frente de los fiscos a los pisitófilos y creditófagos más obscenos y recrudecer la precariedad laboral o residencial. No tienen nada que hacer. Han perdido.
Incluso antes de la Public Choice Theory 1, las autoridades monetarias saben que no pueden hacer nada contra la contumacia coyunturalista de los gestores fiscales. Lo que estamos aprendiendo con este trastornado Estado norteamericano presidido por un frívolo magnate inmobiliario y de casinos, es que la mejor forma que hay de batallar contra una política fiscal recalcitrantemente contraria al ortograma capitalista es abandonarla en solitario frente a la crisis estructural, para que fracase.
No es bonito lo que viene y estamos asustadísimos. Pero lo nuestro no es nada comparado con la que se le viene encima a ellos. No nos dan ninguna pena. Han tenido un década para entrar en razón.
El desplome puede ser cualquier día.
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